
El peligro invisible
No hay duda que ninguno de nosotros puede evitar comentar el tema del COVID-19 (popularmente conocido como "Coronavirus"). La noticia llena todos los telediarios, está en todas las portadas de la prensa, en las emisoras de radio, etc.... Lo que comenzó con la anulación del Mobile World Congress ahora ya comienza a interferir en las actividades populares, conciertos, conferencias, competiciones deportivas, ferias, escuelas, afectando incluso a los valores y la Bolsa de varios países.
Esta semana en la visita a un notario, un cartel avisaba que, como medida preventiva y haciendo caso a las recomendaciones sanitarias: "no se estrecharán las manos", así que el notario ya no te saluda con un apretón de manos, sino con un simple "hola, buenas tardes" y manteniendo las distancias. Todos hemos visto en tv estos días la negativa del Ministro de Interior alemán Horst Seehofer, a dar la mano a la Canciller del Gobierno alemán Ángela Merkel para visualizar las medidas preventivas y "predicar con el ejemplo". Hemos incluido en nuestras conversaciones, lecturas y en algunos casos incluso en nuestras rutinas cotidianas el cuidado con los estornudos y evitar contacto físico para evitar posibles contagios.
La verdad es que, según dicen los entendidos, otros virus en la historian han sido mucho más dañinos que el COVID-19 hasta hoy. Hace unos días escuchaba el porcentaje de fallecidos anualmente por la gripe normal: de 300.000 a 500.000 personas mueren al año en el mundo, provocadas por las complicaciones de un simple resfriado. El brote más mortífero conocido fue el de 1918, llamado gripe española, y que mató a casi cincuenta millones de personas. A día de hoy han muerto en todo el mundo algo más de 3400 personas, y hay unas 100.000 personas infectadas, 80.000 de ellas solo en China, demasiadas para una sociedad que se siente orgullosa de sus avances, de controlar su sistema de vida, pero no quiere admitir su vulnerabilidad y su fragilidad. Reflexionar sobre esta situación me lleva a pensar en lo que Dios nos dice.
Cuando leo el texto del Salmo 8:4 "¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?" o la afirmación del mismo rey David en el Salmo 103:15 "El hombre, como la hierba son sus días; Florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella, y pereció, y su lugar no la conocerá más", pienso en la gran vulnerabilidad der ser humano.